el vacio de una ciudad

el vacio de una ciudad
ese es tal vez el lugar...

sábado, 11 de septiembre de 2010

Despoblada compañía

Por alguna razón las ausencias se hacen presente con la finalidad de generar una consecuencia donde si la casualidad lo permite, se puede llegar a entender una minima situación o las teorías irrefutables para el entendimiento.
Deseamos desmedidamente todo lo que de momento no tenemos, para luego arrojarlo al abismo de la nada cuando nos seduce el aburrimiento de los días.
Vamos intercalando las etapas para comprender el sentido de existir, el mismo sentido que una vez entendido no nos garantiza el goce. Pues hemos adoptado la costumbre de encontrar satisfacción en el deseo de lo imposible, siempre y cuando nunca lo obtengamos.
Si bien ya ha dejado de ser una molestia, no llegamos a deducir la formula divina de no sentirnos nada en el transcurso de dichos momentos.
Y ya hemos perdido los rostros deslumbrantes que nunca disfrutamos, debido a que colapsamos los tiempos establecidos intentado perfeccionar cada cosa que nos rodeaba.

Trotamundos

Hace ya un tiempo, cuando para mí las verdades y los viajes eran sinónimos, me perdía en cada momento riendo para encontrar un final que pudiera mostrarme la razón de aquellos días. Así explore sutilezas como también el complejo mundo del por qué.
Como el tiempo se mueve tan rápido que jamás logró ser atrapado, no fui la excepción, y los episodios se desvanecieron antes de que los llegara a entender. Me senté en la transición de los vientos para mirar la supuesta realidad desde arriba, pero allí se entendía menos que siendo parte de ella. Entonces compré en un remate un lugar inadecuado para ejercer mi demencia e intentar perderme en la muchedumbre aparentando ser uno más.
Ya en otro año, perdido entre el montón de entes en movimientos, era propietario de una cédula, la cédula de la mentira, la misma que me permitía y le permite al mundo interactuar con el ecosistema de la sociedad mutando a cada momento los ideales para lograr ser. Con ella podía someterme a las maravillas manipuladoras de la humanidad, ser feliz estando vacío, y hasta llegué alguna que otra vez a vacacionar en los cielos de colores.
Como Roma una vez ya no pudo sostener su imperio, yo tampoco pude respetar aquel reglamento a la perfección y no tardaron en darse cuenta que no pertenecía a esa comunidad. Fue entonces que después de un largo receso de ideas volví a nacer, pero ahora asumiendo riesgos, ahora estaba mucho más loco que antes y pretendiendo ser quien soy.
Así, fui recorriendo pueblos buscando demencias similares a las mías, al poco tiempo eran unos tantos, y crease o no, podíamos vivir, sumergidos en contradicciones pero podíamos vivir. A medida que las masas se perfeccionaban nosotros nos convencíamos más y más de nuestra locura, incluso organizábamos competencias para demostrar que nosotros también crecíamos como comunidad. Pero como era de esperarse, eso se terminó. Para desgracia mía, mi paranoia no caducó, entonces seguí viajando, pero ya no en busca de otros, si no profundizando en mi mismo.
Después de algunos años, los cuales yo intentaba no contabilizar, pues creía que eso podía terminar con mi existencia; el señor audaz y coqueto que se hace llamar destino, puso delante de mis ojos la escultura de la vida. Sin apuros pero rápidamente, me mostró la oposición de mi crítica logrando seducirme.
Una tarde (que siempre creí que había sido una noche) me habló de cosas desconocidas con un leguaje nunca antes escuchado, puso frente a mí al subversivo amor, el cual no tardé en comprar. Así mis días siguieron su rumbo pero ahora con otro color, ahora los verdes tenían contrastes y los negros eran menos seductores. Esas tardes se multiplicaron, los días perdieron la noche y las estrellas brillaban despidiendo melodías para que lograra dormirse sin la necesidad de los sueños, pues desde aquella tarde mi casa, mis movimientos y mis razones eran parte de los sueños.
Fueron años de colores, fueron años que silenciaron mis palabras para que pudiera yo sentir. Fue como haber vivido una vida, una vida que te quita la melancolía de saber que vamos morir. De esta manera habiendo dejado intentos incompletos en el camino, me convencí que existía.
Pero como sin defectos no existen los perfectos, y lo perfecto me es incompatible, aquella ilusión llegó a su fin. Teniendo nuevamente que buscar en la basura mi esquizofrenia, para juntos tomarnos un café y decidir hacia donde emprenderíamos el nuevo viaje.