Una noche en la que viento sopla fuerte, mis latidos son anormales y mi furia interminable. Mi corazón susceptible vuelve a buscar esas respuestas inexplicables que en el transcurso de este siclo no pudo entender.
Se fueron ciento veinte reinas del castillo quedando perdido el deseo de una aldea en medio del olvido, tal vez sea el correspondiente castigo para mi forma diferente y arrogante de vivir esto que nunca considere vida.
No me entrego ni te quiero, no me muero ni me muevo por irte a buscar. No se que tipo de guerra estoy haciendo, no conozco ni siquiera mis compañeros, y me siento agotado de esos sueños tirados y esos llantos mal tratados sin razón de ser.
Muchos piden que grite cuando sea vecino de la soledad, cuando una editorial extraña y sin nombre ya lleva más de un año publicando un malestar. Que no avisa que te toca, que no dice cuando se va. Que te besa y te derrota y te quiere mucho más.
Que suspiren los cadáveres del error, que la noche pierda la esperanza de dejar de ser, y que quienes bailan en el cielo comiencen a ser de verdad...
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